Lo que se edita con más agobio y constancia son los diccionarios.
Encontrar materia para un nuevo diccionario es como meter el caño en un yacimiento de petróleo y ver surgir la riqueza.
Pero el diccionario que se echa de menos, el que podría ser una lección maravillosa, en vez de una redundancia de recopilaciones, es el diccionario de lo que no existe.
Da pena –sin dejar de admirarlo-, el abrir un diccionario para encontrarse con lo que está repetido en todos los diccionarios y que fue tan difícil de recopilar. Sin embargo, tenemos que discutir en los diccionarios su excesiva conformidad con lo real.
El diccionario de lo que no existe merecería la pena de hojearse, metiéndose en su intrincado bosque y encontrando lo que no está en los otros y lo que no es cosa triste en los escaparates callejeros de la vida.
El diccionario de lo que no existe revocaría la idea de amor y lo pondría en su banco de azar, dueño de sus elecciones y abnegado de efemeridad.
En ese diccionario habría las islas que no se sabe donde están, pero que producen esponjas con ojos, es decir, esponjas que, en vez de tener vacías sus cuencas, tendrían ojos en todas ellas y, al apretarlas, en vez de aguas para baños de niños, chorrearían lágrimas verdaderas.
En tal diccionario estarían las biografías de los que pudieron existir y la sintomatología de las enfermedades que aún no están en la medicina.
Encontrar materia para un nuevo diccionario es como meter el caño en un yacimiento de petróleo y ver surgir la riqueza.
Pero el diccionario que se echa de menos, el que podría ser una lección maravillosa, en vez de una redundancia de recopilaciones, es el diccionario de lo que no existe.
Da pena –sin dejar de admirarlo-, el abrir un diccionario para encontrarse con lo que está repetido en todos los diccionarios y que fue tan difícil de recopilar. Sin embargo, tenemos que discutir en los diccionarios su excesiva conformidad con lo real.
El diccionario de lo que no existe merecería la pena de hojearse, metiéndose en su intrincado bosque y encontrando lo que no está en los otros y lo que no es cosa triste en los escaparates callejeros de la vida.
El diccionario de lo que no existe revocaría la idea de amor y lo pondría en su banco de azar, dueño de sus elecciones y abnegado de efemeridad.
En ese diccionario habría las islas que no se sabe donde están, pero que producen esponjas con ojos, es decir, esponjas que, en vez de tener vacías sus cuencas, tendrían ojos en todas ellas y, al apretarlas, en vez de aguas para baños de niños, chorrearían lágrimas verdaderas.
En tal diccionario estarían las biografías de los que pudieron existir y la sintomatología de las enfermedades que aún no están en la medicina.
-Ramón Gómez de la Serna, del libro Los muertos y las muertas-
4 comentarios:
Que grande Gómez de la Serna. Dijo Edgar Neville, que una vez ausente el maestro, lo único que uno podía hacer era morirse.
Muy buena frase de Neville. Realmente de la Serna tiene cuentos breves muy buenos y po no hablar de las greguerías.
La realidad mata el sueño. Yo creo que las esponjas tienen ojos pero renuncian a ellos cuando se acerca una persona porque sólo así pueden seguir imaginando sobre todo lo que han visto en el mar estando encerradas por el resto de su existencia en una bañera.
Hola Gisela, mucha razón tienes con lo de las esponjas, en realidad también ellas absorven la realidad y el día que quieran tenerla toda, nosotros y nuestros universo se irá dentro de ellas, eso es el origen del big bang, cuando se vacían, hartas e hinchadas.
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