viernes, 27 de junio de 2008

XXIV

Aldea y páramo. Sol de ocaso. PADRE e HIJO están sentados en la linde del camino que conduce al cementerio. Sobre la tierra húmeda, los gusanos avanzan gracias a las contracciones de una capa muscular subcutánea.

HIJO. Padre
PADRE. Dime.
HIJO. (Alargando el brazo y señalando el horizonte.) Mira aquel molino.
PADRE. ¿Dónde ves tú un molino?
HIJO. Allí.
PADRE. Aquello no es un molino, hijo.
HIJO. ¿Qué es entonces?
PADRE. Un gigante.
HIJO. ¿Un gigante?
PADRE. No hay duda. Fíjate bien. Ahora está quieto, oteando el paisaje. Pero dentro de un momento se pondrá a caminar y a cada zancada avanzará una legua.
HIJO. (Tras un intervalo de silencio) Padre.
PADRE. Dime
HIJO. (Con voz compungida.) Yo no veo que sea un gigante.
PADRE. Pues lo es.
HIJO. ¿Un gigante con puertas y ventanas? ¿Un gigante con tejas y aspas?
PADRE. Un gigante.
HIJO. (Tras una pausa) Padre.
PADRE. Dime.
HIJO. Yo sólo veo un molino.
PADRE. ¿Cómo? ¿Un molino?
HIJO. Sí, un molino. El mismo de siempre.
PADRE. (Con voz grave.) Tomás.
HIJO. Qué.
PADRE. (Volviendo lentamente la cabeza y mirando en derechura a los ojos del hijo.) Me preocupas.

Silencio. PADRE e HIJO permanecen inmóviles, sin cambiar ya más palabras. Llega por fin la noche y la luna se enciende.

-Javier Tomeo, del libro Historias mínimas-

2 comentarios:

supersalvajuan dijo...

Dale un valium, y que no se preocupe mucho. No merece la pena tanta preocupación.

Dante dijo...

Jejeej, muy bueno el comentario supersalvajuan. La verdad es que yo me creo más al padre que al hijo, porque ¿cómo pueden haber molinos delante un campo? Lo más lógico es que hayan gigantes verdes labrándolo, ¿no?.
Como estoy siguiendo tu blog te añado a mis links de éste y de mi otra web (la de los monstruos).
Un saludo.